Retablo de Santo Tomás de Aquino
St. Thomas Aquinas Altarpiece
St. Thomas Aquinas Altarpiece
La escultura de Santo Tomás de Aquino fue adquirida en Quito en el año 1793, y entregada en donación por el sacerdote Lorenzo de Mosquera, junto con un hábito que tenía su escapulario bordado de oro, capa y capilla de terciopelo negro, también bordado de oro que había pedido en España, y una pluma de plata. Aunque hoy se encuentra en este templo, el sacerdote originalmente pensó su donación a la catedral de Popayán (Archivo Central del Cauca. Sig.: 9555 (Col. E I -6 or). 14/05/1793).
Retablo atribuido al tallista indígena-mestizo Sebastián de Usiña y ejecutado en Popayán hacia mediados del siglo XVIII, es una pieza representativa del barroco colonial que combina suntuosidad ornamental con una clara intención didáctico-devocional. Se organiza en un solo cuerpo central con ático, aunque este último presenta señales de pérdida o mutilación, pues su remate actual carece de la unidad y monumentalidad propia de la época, lo que sugiere que originalmente habría tenido un coronamiento más elaborado.
El nicho central en arco de medio punto, con intradós casetonado alberga la escultura en diálogo directo con el sagrario empotrado en la predela, lo que subraya el vínculo entre la figura y la custodia eucarística.
Flanqueando la hornacina se disponen columnas abalaustradas, cuyos fustes segmentados integran en la parte media pequeñas cabezas de querubines talladas en bulto. Estas figuras angelicales actúan como guardianes simbólicos del espacio sagrado que custodia la imagen titular.
Los guardapolvos laterales presentan una talla minuciosa de roleos vegetales entrelazados, con mascarones y motivos florales que refuerzan el lenguaje dinámico del barroco, sin caer en un exceso ornamental que opaque la imagen central. El uso del pan de oro sobre madera tallada, aplicado en toda la superficie, genera un efecto resplandeciente que contrasta con la escultura, orientando la atención hacia el santo como foco de devoción.
El banco o predela, de proporciones sólidas, está enmarcado por decoración vegetal simétrica.
En conjunto, el retablo revela la mano de un maestro tallista, capaz de sintetizar el lenguaje barroco con los aportes técnicos y simbólicos de la tradición artesanal.
The sculpture of Saint Thomas Aquinas was acquired in Quito in 1793 and donated by the priest Lorenzo de Mosquera, along with a habit bearing a scapular embroidered in gold, a cape and a black velvet mozzetta also embroidered in gold (commissioned in Spain), and a silver quill. Although it is preserved today in this temple, the priest had originally intended his donation for the Cathedral of Popayán (Archivo Central del Cauca. Sig.: 9555 (Col. E I-6 or). 14/05/1793).
Altarpiece attributed to the Indigenous-mestizo carver Sebastián de Usiña and executed in Popayán around the mid-18th century. It is a representative piece of Colonial Baroque, combining ornamental sumptuousness with a clear didactic and devotional intent. The structure is organized in a single central tier with an attic, although the latter shows signs of loss or mutilation, since its current crowning element lacks the unity and monumentality proper to the period, suggesting that it originally would have had a more elaborate finial.
The central semicircular-arched niche, with coffered intrados, houses the sculpture in direct dialogue with the tabernacle embedded in the predella, thereby emphasizing the connection between the figure and the Eucharistic repository.
Flanking the niche are baluster columns, whose segmented shafts incorporate, at the midpoint, small three-dimensional carved cherub heads. These angelic figures act as symbolic guardians of the sacred space that shelters the titular image.
The lateral guardapolvos (outer panels) display meticulous carvings of intertwined vegetal scrolls, with mascarons and floral motifs that reinforce the dynamic language of the Baroque, without falling into excessive ornamentation that would overshadow the central image. The use of gold leaf over carved wood, applied across the surface, produces a resplendent effect that contrasts with the sculpture, directing attention to the saint as the focus of devotion.
The bank or predella, of solid proportions, is framed by symmetrical vegetal decoration.
Taken as a whole, the altarpiece reveals the hand of a master carver, able to synthesize the Baroque language with the technical and symbolic contributions of the artisanal tradition.